HEIDEGGER Y EL NAZISMO

29.07.2020

CUANDO uno se asoma en las páginas de su Nietzche (1961) uno puede percibir la profundidad de su pensamiento. Lo mismo pasa cuando hurgamos en su reflexión sobre el amor en su curso sobre Heráclito, al traer a colación al poeta Hölderlin ("Quien ha pensado lo más profundo ama lo más vivo").

Entonces, cómo entender que el filósofo en quien, según los conocedores, se sostiene la filosofía del siglo XX, haya podido caer en las garras del nazismo, incluso aceptando ser el rector de una universidad controlada por el régimen totalitario de Hitler. ¿Cómo entender esto en Martin Heidegger?

Para responder este cuestionamiento, en 1987, a poco más de una década de acontecida la desaparición de Heidegger, el chileno Víctor Farías publicó un libro que generó todo un escándalo en Europa porque ponía el dedo sobre la llaga en la relación del filósofo alemán con el fascismo que propugnó la Segunda Guerra Mundial.

El Heidegger y el nazismo de Farías fue atrevido por doble partida: Uno, porque estaba escrito por un extranjero "tercermundista"; y dos, porque colocaba contra la pared a los intelectuales bajo el influjo del pensamiento heideggeriano, que se resistían a tocar el tema y separaban la obra de su actuación política. Detrás de eso, existía el prejuicio -como lo señala Farías en su investigación- de la superioridad de los alemanes en la filosofía.

Para Farías, en Heidegger existieron varias circunstancias previas que coadyuvaron a que este se inscribiera en el partido nacionalsocialista, como fue, por ejemplo, lo vivido en el seminario de Friburgo donde ingresó para ser novicio, el cual ostentaba una marcada disposición antisemita en alguno de sus catedráticos (el historiador Georg von Below, específicamente).

Para otro estudioso de su obra, el filósofo francés Emmanuel Faye, Heidegger fue muy astuto para camuflar en los pliegues de su pensamiento la doctrina nacionalsocialista. Lo expresa en un enjundioso estudio -Heidegger. La introducción del nazismo en la filosofía (2005)- en el que establece las conexiones entre la obra de Heidegger y el fascismo hitleriano. Advierte Faye que en los postulados de Ser y tiempo -la obra cumbre que le permitió a Heidegger suceder a Edmund Husserl en la cátedra de la universidad de Friburgo- no hay «sino un proyecto "político" que se inscribe en los fundamentos mismos del nacionalsocialismo, con su doctrina de la Volksgemeinschaft».

Los defensores de Heidegger por su parte señalaron para atenuar las acusaciones en contra del filósofo, que este tuvo amoríos con su discípula, la filósofa judía Hanna Arendt, y por ende esto serviría para distanciarlo de todo antisemitismo que se le adjudica ya que esa relación serviría de prueba de todo lo contrario.

Pero fue una defensa endeble. Farías y Faye se encargaron de desbaratar este y otros alegatos similares con sus investigaciones.

Por otra parte, el discurso de asunción al rectorado de Friburgo "La autoafirmación de la universidad alemana" (1933), texto clave para entender las motivaciones de Heidegger con el nazismo, auscultado escrupulosamente por Farías, lo delata más. Hecho que es reafirmado por Hugo Ott, en Martin Heidegger. Un camino a su biografía (1988).

Heidegger, luego de la derrota de la Alemania nazi, mantuvo un largo silencio de cinco años. Karl Jaspers, un filósofo de su talla y con quien mantuvo una amistad que se enfrió luego de que el primero se adscribiera a las ideas nacionalsocialistas, escribió un duro informe recomendando que ya no ejerciera la docencia. Sin embargo, tuvo la oportunidad de regresar oficialmente a ella en 1952.

"El Führer es la realidad alemana presente y futura y su ley" afirmó Heidegger, y nunca se desdijo de ello. Tampoco nunca dio una explicación convincente de su alejamiento de su maestro Husserl -quien lo ayudó en los primeros momentos de su carrera-, quedando como un desagradecido al expresarse mal de él en una carta que dirigió a Jaspers.

El puntillazo final que despeja toda duda de la adhesión de Heidegger al nazismo, surgió de sus propias palabras hace cuatro años, en el 2016, cuando fueron publicadas unas cartas que escribió a su hermano Fritz en la década de los treinta. En una de ellas recomienda la lectura de Mi lucha de Hitler.

Con ello, la entrevista que concedió al semanario Der Spiegel en 1966, y que de manera póstuma fue publicada después de su muerte en 1976, con la que quiso justificarse por su cuestionable actuación política durante el régimen nazi, quedó desvirtuada.

Hasta ese instante quedaba l'espoir que la brillantez del filósofo alemán había quedado subyugada por la voluntad hipnótica del Führer o que, tal vez, veía -ingenuamente- en el personaje la épica forjadora de los héroes de Carlyle.

Heidegger fue un gran filósofo, dejó la impronta de su pensamiento en el siglo XX. Pero fue partidario convicto y confeso de un régimen de terror. Y eso, el juicio de la historia, no podrá eludir al hacer su balance final. 

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