ALLENDE Y EL 11 DE SETIEMBRE DE 1973
A SALVADOR ALLENDE el 11 de
setiembre de 1973 le fue aplicado de una manera dolorosa y lamentable, el
axioma que él y sus camaradas de la Unidad Popular leyeron en El Capital escrito por Karl Marx: que
«la violencia es la comadrona de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas
otra nueva». Axioma que los revolucionarios de todo mundo reivindican cuando se
trata de evocar la revolución rusa o la revolución cubana. Lenin y los
bolcheviques comandados por Trotsky en el Ejército Rojo, lo aplicaron a
rajatabla para aniquilar a sus oponentes y tomar el poder, derribar al zar e
implantar la dictadura del proletario durante setenta años. Lo hicieron a
sangre y fuego, No lo hicieron de manera pacífica. Las cifras más benévolas
indican que fueron 100,000 las víctimas. Lo mismo ocurrió en el caso de Fidel
Castro cuando tras el triunfo de Sierra Maestra, fusiló a los opositores que
estaban identificados con el régimen de Batista e impuso un sistema que tiene
ya sesenta años.
Recuerdo que en la universidad escuchaba a disciplinados militantes de los partidos marxistas justificar esto con la expresión: «Toda revolución social implica una "cuota de sangre"». Para ellos toda la transformación política y económica hecha en esas sociedades (expropiación de bienes, restricción de las libertades públicas, encarcelamiento y muerte de opositores, y planificación estatal de la economía) para imponer un sistema de gobierno, no era autoritario, era una "revolución".
También Pinochet llamó a lo que hizo ese 11 de setiembre de 1973 -con la aplicación de un modelo económico que se encontró por el camino, totalmente opuesto al que estaba instaurando Allende en Chile- "revolución". "Revolución" que, de acuerdo al informe de una comisión, tuvo 40,000 víctimas, siendo 3,065 los reconocidos como muertos y desaparecidos.
¿Por qué para un caso es una "revolución" y para el otro la calificación que le cae es "autoritario", si se utilizó el mismo método violento?
Un poco cínico eso, ¿no?
Pero en este aprendizaje de la historia, quiero resaltar sobretodo, al observar sin prejuicio el desarrollo de los acontecimientos ocurridos el 11 de setiembre de 1973, el hecho anterior: que a los discípulos de Marx en Chile se les aplicó el axioma que exponían con vehemencia en universidades y sindicatos, que la violencia es partera de la historia.
Fue una cruda lección.
Sábato, me parece, condenaba el hecho de que un ser humano coja una pistola y elimine a otro ser humano.
Eso han hecho los extremismos de izquierda y derecha, cuando tomaron, por ejemplo, la vida del zar y su familia, o la de los opositores batistianos de Castro o las de Prats y Letelier finalmente: justificarlo cruelmente.
Allende quiso una vía pacífica al socialismo, pero los militantes radicales de la izquierda que lo cercaban, lo empujaban a profundizar el modelo. Lo empujaban de a pocos al abismo. Casi cincuenta años después del bombardeo de La Moneda solo queda una pregunta suelta: ¿Qué hubiera pasado si Allende continuaba en el poder?
Viendo las medidas que había tomado: expropiaciones, nacionalizaciones (que, es verdad, había iniciado el gobierno anterior de Frei) y control de precios, uno puede encontrar ciertos paralelos con el camino seguido por otros gobernantes, de igual concepción ideológica -y de infeliz evocación-, en Latinoamérica.
Los resultados ya los conocemos, están a la vista de la comunidad internacional, y a pocos kilómetros de aquí.
Allende ya no está, es ahora un mito, un recuerdo, y quizás una lección de la historia.
ALLENDE el 11 de setiembre de 1973 no tenía el apoyo mayoritario del pueblo. En las elecciones parlamentarias del domingo 4 de marzo de ese año obtuvo la coalición política que lo apoyaba, la Unidad Popular (UP), el 44.23 % y la oposición nucleada en la Confederación de la Democracia (CODE) el 55.49 %.
La oposición no alcanzó su objetivo de obtener los dos tercios en el Senado para destituir al Presidente, pero obtuvo mayoría simple en las dos cámaras, en la de Senadores y Diputados. Allende nunca tuvo el apoyo mayoritario de la población. Tuvo, eso sí, un apoyo importante de un sector de la ciudadanía chilena, el 44%.
Los meses antes del golpe, abril, mayo, junio, esa mayoría parlamentaria destituyó funcionarios y frenó medidas del presidente Allende, entre ellas la expropiación de 49 industrias que, en opinión del gobierno, boicoteaban la producción.
El Congreso chileno -con las atribuciones que le había dado el pueblo a la CODE cuando gana la mayoría- aprueba una reforma constitucional que invalidó todas las expropiaciones y obligó al presidente Allende que las devuelva a sus propietarios.
Se acusó a la Democracia Cristiana (DC) de una actitud traicionera, pero lo que no se dice es que Allende, con los votos de este partido en el Congreso (merced a un entendimiento con Radomiro Tomic), es elegido en el Congreso y llega a La Moneda.
Lo mismo se dice de su líder Eduardo Frei, presidente del Senado, quien estaba a favor del golpe, pero lo que no se dice es que la Cámara de Diputados (dominada por la DC), el 23 de agosto de 1973, aprueba un acuerdo donde se acusa al Ejecutivo de negarse a aprobar la reforma constitucional relacionada a tres áreas de la economía, lo que constituye de por sí un hecho grave, ya que el Congreso es un poder del Estado y este acuerdo estaba sujeto a ley.
Al respecto, y en defensa del Presidente, se aduce que a este se le había recortado el derecho a veto que otros mandatarios antes que él habían tenido. Pero todo estaba dentro de los límites del juego democrático. La oposición había recibido el respaldo mayoritario en las elecciones parlamentarias de marzo. Podía hacer los cambios que creyese conveniente porque tenía el poder que le habían conferido las urnas.
Finalmente, tampoco se dice que el presidente Allende, antes de ser elegido, firma un documento llamado "Estatuto de Garantías Constitucionales" (especie de "Hoja de Ruta"), redactado por la Democracia Cristiana, que luego haría a un lado, ocasionando que este partido se vuelva en su contra.
En otras palabras, el propio Allende fue generando, lamentablemente, las condiciones para que el golpe se diera y que políticos como Frei se alejaran de él.
¿CÓMO el presidente Salvador Allende quería imponer un programa socialista en Chile en 1973, cuando no tenía una mayoría en el Congreso que respaldara sus iniciativas?
Ley para crear el Ministerio de la Familia. Rechazada. Ley para crear el Ministerio del Mar. Rechazada. Ley para crear empresas de autogestión. Rechazada. Todas las propuestas del Ejecutivo eran rechazadas porque no encajaban con la mirada política y económica del Legislativo.
El proyecto de Reforma Educativa -Escuela Nacional Unificada (ENU)-, que generó recelo en la oposición y la Iglesia porque señalaban que iba a servir para adoctrinar a los jóvenes en el comunismo. Rechazado. El 44 % del Presidente no podía imponerle al 55% del Congreso sus medidas.
El país le había negado un mandato claro a Allende en las elecciones parlamentarias del 4 de marzo de 1973, para implementar un programa socialista. Pero el presidente insistió en sus proyectos. Es como si Vargas Llosa con su 32.6 % que lo dio como ganador en la primera vuelta de 1990, en un sistema de definición presidencial similar al chileno, hubiera finalmente triunfado en el Congreso sobre Fujimori, quien obtuvo el 29.6%, e implementado un programa liberal radical cuando claramente dos tercios del país le estaba pidiendo llegar a acuerdos.
El presidente Allende, pues, se equivocó, estuvo mal asesorado. Quiso imponer un programa para el que no tenía el apoyo de la mayoría del país.
Y en ese sinsentido que generó una confrontación entre poderes del Estado, colaboró en echar más carbón a la parrilla Carlos Altamirano Orrego, Secretario General del Partido Socialista (una especie de Javier Diez Canseco chileno), quien con una retórica antiimperialista enervaba a la derecha y atizaba las contradicciones.
Altamirano creía, como contó la periodista Patricia Politzer que lo entrevistó para un libro, que la violencia era inevitable para llevar adelante un proceso revolucionario.
Se le responsabilizó de haber acelerado el golpe de 1973, con un famoso discurso que dio en el Estadio Chile el 9 de setiembre, alertando lo que iba a ocurrir (y se dio dos días después), y en el que dijo que «Chile se convertiría en un Vietnam heroico si la sedición pretende enseñorearse en el país».
Por esto, se vio en él a un chivo expiatorio; sin embargo, a la luz de la distancia, y sin exonerarlo de los excesos verbales que tuvo, Carlos Altamirano poco podía hacer para detener el curso de los acontecimientos. Con su arenga o sin su arenga, el putch estaba en marcha y las fuerzas coaligadas que iban tras el presidente Salvador Allende, estaban listas para derrocarlo.
PINOCHET no fue quien dirigió el golpe contra Allende. Fue el Almirante José Toribio Medina. Eso se puede leer en el libro de Jorge Baradit, Historia Secreta de Chile 2, que reproduce lo que está en el libro La Conjura: los mil y un días del golpe de la periodista Mónica Gonzales, considerado el mejor reportaje sobre el 11 de setiembre en Chile.
Pinochet era un personaje anodino que se encontró con el poder en su camino. Tan es así que el propio general Carlos Prats lo recomendó a Allende para sucederlo en la Comandancia del Ejército luego de su retiro.
Dos meses y más antes del golpe, Pinochet ayudó a sofocar una sublevación llamada "Tanquetazo", en la que un grupo de militares se insubordinó pero que al final tuvo que entregar sus armas al gobierno.
Pinochet se ha presentado en dos libros como si él hubiera orquestado el golpe. El primero de ellos es El Día Decisivo (1980) y el segundo Augusto Pinochet: Diálogos con su historia (1999), elaborado por María Eugenia Oyarzún, periodista y funcionaria de su gobierno. Ambos son sendas entrevistas al general chileno donde cuenta su versión del 11 de setiembre, en especial el primero donde aparece como el ideólogo de lo que ocurrió ese día.
Sin embargo, hay dudas en cuanto a esto.
Mónica Gonzales, narra Baradit, ha recogido el testimonio de Gustavo Leigh, uno de los principales operadores del golpe, quien confesó que el 9 de setiembre, dos días antes de los hechos en La Moneda, Pinochet estaba en el aire.
El Comandante General del Ejército de Chile no sabía lo que se estaba preparando.
Así lo asegura Baradit en su libro, presentando al verdadero operador del Ejército, el general Sergio Arellano Stark.
Carlos Altamirano, máximo dirigente del Partido Socialista y amigo de Allende, le informó, por otra parte, al Presidente que estaba enterado que Pinochet estaba complotando en su contra. Que había sido informado por unos marinos de que el general había sido asistido a unos "juegos de guerra", los cuales habrían servido para camuflar los preparativos del golpe.
Allende alertado manda llamar a Pinochet (ojo, estamos citando la versión que el dictador da a Oyarzún, en la entrevista que le hizo esta) y cuando lo tiene al frente le pregunta:
-¿Mucho trabajo, General?
Pinochet responde:
-Sí, Presidente, hemos tenido mucho trabajo, estuvimos todo el día en la Academia de Guerra preparando un ejercicio, un "Juego de Guerra de Seguridad".
Pinochet, astuto, le cuenta la verdad para despistar al presidente quien le habría creído.
Con todo, la duda está presente en cuanto a si Pinochet estaba maquinando algo o todo era producto de su imaginación para hacer encajar ciertos hechos con la historia que se escribiría poco después.
Lo que sí podría quedar claro, a partir de los testimonios ya conocidos, es que fue un actor de último momento en el drama que se dio en el Palacio de La Moneda el 11 de setiembre de 1973, que tendría al presidente Salvador Allende como principal protagonista.
EL BOMBARDEO a La Moneda empezó a las 11:50 a.m., hora programada por los conjurados para asaltarla. La Fuerza Armada de Chile (FACH) utilizó dos aviones Hawker Hunter para someter a Allende y los que estaban en la casa de gobierno.
El presidente ordenó a su hija, sus asistentes y a su secretaria Payita -que era su amante- que se retiraran. Él se quedaría solo. Los militares dejaron salir a sus acompañantes y a los efectivos leales de su guardia.
Desde un cerro cercano, quien luego sería el ministro de Economía del nuevo régimen, Sergio de Castro, vería los incidentes del bombardeo. Cuando le preguntaron para un documental qué pensó cuando veía esto, respondió: «Una alegría infinita».
Fue el fin de la vía chilena al socialismo. Desde entonces, la figura de Fidel Castro se erguiría como única figura representativa del socialismo de la época.
Castro expresaba su desconfianza hacia esa vía que rivalizaba con la suya, que era la de la salida insurreccional para resolver la contradicción entre la burguesía y el proletariado.
Cuando se consumaron los hechos de La Moneda sentenciaría: «Los revolucionarios chilenos saben que ya no hay ninguna otra alternativa que la lucha armada revolucionaria".
Allende atrincherado en La Moneda como su único habitante, fue conminado a salir por los militares, pero él respondió con un discurso, el último que daría, a través de Radio Magallanes.
En este, con la elocuencia que se le conocía, diría que no iba a renunciar, que iba a entregar su vida.
Afuera todo un ejército lo tenía en la mira. Todo un ejército contra un hombre solo en el palacio de gobierno.
Acorralado el presidente, y tan solo armado con el fusil ruso que le había regalado Fidel Castro, optaría por la única salida que se le aparecía en medio de la humareda: la de suicidarse.
Y lo hizo. Se puso el arma a la altura del mentón y puso fin a su existencia. Ocurrido esto. Con La Moneda ya en poder de los conjurados, lo que siguió fue una ola de detenciones en la capital, Santiago.
El Estadio Nacional de Santiago se convirtió en un gigantesco centro de reclusión. Se calcula que fueron entre 10,000 a 12,000 los detenidos allí.
Pinochet, que a última hora fue incorporado al golpe, se impuso como Jefe de la Junta Militar naciente. Arguyó un tema de antigüedad entre las fuerzas armadas. A él le correspondía el mando. Y nadie pudo hacer nada para evitarlo.
Así se instauró una larga dictadura de diecisiete años en Chile.
Carlos Prats, Orlando Letelier, quienes fueron ministros de Allende, fueron asesinados en Buenos Aires y Washington, adonde habían ido para refugiarse de la dictadura. Un norteamericano al servicio del régimen pinochetista sería el responsable de colocar las bombas que harían estallar sus vidas.
El país dio un giro brusco y abandonó las políticas socialistas para aplicar otras de libre mercado, a cargo de un grupo de economistas egresados de la Universidad de Chicago, que tuvieron en su profesor Milton Friedman una fuente de inspiración.
Años después el embajador norteamericano en Chile, Edward Korry, contaría que hubo un complot de la CIA bajo las órdenes de Nixon, para impedir que Allende asumiera la presidencia.
Debido al éxito del nuevo modelo económico, Chile es reconocido como el "tigre latinoamericano".
En 1977, la hija de Salvador Allende, "Tati", al no poder superar la muerte de su padre, se suicida en La Habana
En 1980, Chile tuvo una nueva Constitución Política del Estado.
En 1989, gana la opción del NO un referéndum y el dictador Pinochet debe abandonar el poder.
En 1990, vuelve la democracia. Patricio Alwyn, del Partido Demócrata Cristiano, es elegido presidente.
Pinochet es detenido en Londres el 10 de octubre de 1998. Vuelve a Chile y muere el 10 de diciembre del 2006.
Hasta ahora el recuerdo de su gobierno divide a los chilenos.
Lima, 11 de setiembre del 2020